Back to top

The Reformation Herald Online Edition

Un Mensaje para los Últimos Días

Sábado, 14 de diciembre de 2024
La Venida de Jesucristo
Por Marcelo Ponce — Alemania

“Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13).

“Una de las verdades más solemnes y más gloriosas que revela la Biblia, es la de la segunda venida de Cristo para completar la gran obra de la redención. Al pueblo peregrino de Dios, que por tanto tiempo hubo de morar ‘en región y sombra de muerte’, le es dada una valiosa esperanza inspiradora de alegría con la promesa de la venida de Aquel que es ‘la resurrección y la vida’ para hacer ‘volver a su propio desterrado’. La doctrina del segundo advenimiento es verdaderamente la nota tónica de las Sagradas Escrituras.”1

Yo era un niño de 11 años de edad cuando asistí por primera vez a las reuniones de nuestra iglesia con mi familia. Allí empecé a oír por primera vez el maravilloso mensaje de la venida de Jesucristo de nuevo a la tierra; y los grandes acontecimientos revelados en las profecías que se han cumplido exactamente y en el tiempo predicho por ellas, son la prueba de que podremos ver ese acontecimiento dentro de poco tiempo.

SU PROMESA

Poco antes de ir al Getsemaní por última vez para orar, Jesús anunció a sus discípulos que los iba a dejar porque su misión terrenal llegaba a su final y volvería al lugar donde ellos, por ahora, no podían ir con …l. Viendo la reacción natural de tristeza y quizás de un sentimiento de abandono por parte de los discípulos, Jesús les dijo: “No se turbe vuestro corazón” (Juan 14:1). Esas palabras les dieron esperanza y, como a ellos, Jesús desea dar a cada creyente la confianza de saber que …l comprende todas las circunstancias de la vida y que tiene todo lo que el alma necesita para estar en paz. Luego les dijo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:2).

Esas mansiones representan un hogar y un hogar es el lugar donde todos encontramos generalmente seguridad, paz y felicidad. Esa promesa debería ser una gran inspiración para cada uno de nosotros; llegaremos a un hogar donde también “el lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey” (Isaías 65:25). Ese hogar estará lejos de todo lo que hoy nos causa tristeza e inseguridad, donde “enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor” (Apocalipsis 21:4).

Pero la siguiente promesa fue tan grande como la anterior: “Si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3). “Vendré otra vez” era el bálsamo que los discípulos necesitaban en aquel momento. Todavía no conocían la prueba que les esperaba, pero a partir de entonces esta promesa sería el centro de su atención y motivación para salir a predicar Su regreso, y esforzarse por dar a conocer a Jesucristo a toda nación, tribu, lengua y pueblo.

SU ASCENSIÓN Y SU REGRESO

Cuarenta días después de su resurrección, Jesús condujo a sus discípulos al Monte de los Olivos, cerca de Betania, frente a la ciudad de Jerusalén en la que había sido rechazado y luego condenado a muerte. Era el momento de la despedida y la oportunidad de dar las últimas instrucciones a este grupo de hombres y mujeres que representaban la oveja perdida que había sido hallada. Las palabras de Jesús no eran de reproche por sus faltas o fracasos, eran palabras de la más profunda ternura y simpatía.

“Con las manos extendidas para bendecirlos, como si quisiera asegurarles su cuidado protector, ascendió lentamente de entre ellos, atraído hacia el cielo por un poder más fuerte que cualquier atracción terrenal. Y mientras él subía, los discípulos, llenos de reverente asombro y esforzando la vista, miraban para alcanzar la última vislumbre de su Salvador que ascendía. Una nube de gloria le ocultó de su vista; y llegaron hasta ellos las palabras: ‘He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo,’ mientras la nube formada por un carro de ángeles le recibía. Al mismo tiempo, flotaban hasta ellos los más dulces y gozosos acordes del coro celestial.”2

En ese momento, dos poderosos ángeles en forma humana, por simpatía y amor a los discípulos que miraban al cielo, se acercaron y les preguntaron: “Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:11). Este era el mismo mensaje de esperanza que Jesús les había dicho mucho antes: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria” (Mateo 25:31). Esta fue la misma revelación que Juan recibió en la isla de Patmos: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén” (Apocalipsis 1:7). Los ángeles les habían asegurado que ese mismo Jesús a quien habían visto ascender al cielo vendría de nuevo tal como había ascendido. En efecto, vendrá en las nubes, y todo ojo le verá.

SE—ALES DE SU VENIDA

Comprender mejor el tiempo del fin era algo que atraía la atención de los discípulos, y debería atraer también la nuestra. Ellos se acercaron a Jesús en privado para preguntarle: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mateo 24:3).

En los lugares donde la tecnología está más desarrollada y los viajes se realizan con medios de transporte modernos, prestamos mucha atención a las señales que nos da el navegador por satélite o GPS, sobre la distancia que falta para llegar al destino o las posibles alteraciones en la ruta seleccionada. Las señales cerca de las carreteras también nos ayudan. Las profecías bíblicas son muy parecidas a un GPS que nos indica dónde estamos en cada momento para que podamos estar preparados y ser guiados con seguridad hasta el destino.

EL ENGA—O

“Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán” (Mateo 24:4, 5). ¿Por qué Cristo presentó ésta como la primera señal antes del fin? La respuesta la da el apóstol Pedro: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). Amados hermanos y hermanas, Satanás también conoce las profecías bíblicas y sabe que la venida de Cristo pondrá fin a su reino de terror. Por eso, con gran astucia y astuta intriga —igual que el león cuando observa a su víctima antes de atacarla— introduce falsas doctrinas mezcladas con porciones de verdad para hacer caer a los creyentes en sus trampas. La difusión del islam, el budismo, el agnosticismo y otras corrientes filosóficas por todo el mundo, ha distorsionado la percepción que tienen los hombres del carácter del único Dios verdadero, el Creador del cielo y de la tierra, y los han alejado de la única fuente verdadera de conocimiento, la Biblia.

Nuestra única seguridad reside en estudiar las Sagradas Escrituras con mucha oración y dedicación. Es lo único que puede protegernos contra el error. Si lo hacemos, seguramente podremos afirmar “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8:20). Con el estudio frecuente de las mismas podremos almacenar en nuestra mente el único tesoro que nos hará afirmar: “Escrito está”. Pero atención: con los avances tecnológicos es cada vez más frecuente ver que los creyentes han abandonado la lectura de las Biblias convencionales en papel. Por un lado, se nos ha facilitado llevar siempre encima bibliotecas completas, lecciones, himnarios, etc. con nuestros dispositivos electrónicos. Pero por otro lado, a la menor señal de un mensaje que nos llega o un pequeño momento de distracción, abandonamos el estudio y nuestra mente cambia rápidamente a otras cosas que muchas veces no tienen nada que ver con ese momento. Con gran facilidad y con este método, Satanás ha conseguido muchas veces apartar a los creyentes del estudio de la verdad.

GUERRAS, PESTES, HAMBRUNAS, TERREMOTOS

Jesús advirtió a sus discípulos: “Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares” (Mateo 24:6, 7). En los últimos años hemos sido testigos de la agitación en la que viven las naciones. Mientras todos buscan actualmente la paz, han estallado grandes guerras que han causado miles de muertos en todo el mundo. El desplazamiento de miles de refugiados provocado por las guerras y la inestabilidad política de muchos países les ha llevado en distintas direcciones, creando verdaderas crisis humanitarias en las que prevalecen el dolor y el hambre. A pesar de estos horrores, los millonarios presupuestos de las grandes potencias se destinan a comprar armas y municiones para continuar las guerras.

Por otra parte, mientras que en algunos países hay abundancia de alimentos y muchas personas enferman a causa de toda la comida rápida o chatarra que consumen, y donde cada día miles de toneladas de alimentos terminan en la basura, también hay otros lugares donde miles mueren de hambre. Es difícil aceptar esto en pleno siglo XXI, con todos los avances tecnológicos y la facilidad y rapidez con la que se pueden transportar las cosas. Hay lugares donde la gente muere de enfermedades causadas por no tener agua potable o de debilidad por no tener qué comer. Las catástrofes naturales ocurridas en las últimas décadas también forman parte de las señales a las que se refería Jesús. Mientras las sequías exterminan la vida en algunas regiones del planeta, las inundaciones causadas por lluvias extremas y anormales o los tornados y huracanes dejan a su paso destrucción y miles de víctimas. En los últimos años se han producido violentos terremotos en distintos lugares, que no sólo han aumentado en potencia, sino también en el gran número de víctimas que dejan tras de sí.

“¡Con cuánta frecuencia oímos hablar de terremotos y ciclones, así como de la destrucción producida por incendios e inundaciones, con gran pérdida de vidas y propiedades! Aparentemente estas calamidades son estallidos caprichosos de las fuerzas desorganizadas y desordenadas de la naturaleza, completamente fuera del dominio humano; pero en todas ellas puede leerse el propósito de Dios. Se cuentan entre los instrumentos por medio de los cuales él procura despertar en hombres y mujeres un sentido del peligro que corren.”3 Los científicos y filósofos que buscan explicaciones y formas de prevenir estos sucesos han llegado a la conclusión de que todo es producto del cambio climático y que ésta es la causa de que la naturaleza reaccione así. Una vez más, las teorías humanas desvían los oídos de la gente de la verdadera razón de estos sucesos. Es cierto que la naturaleza sufre y se ve alterada por las malas acciones de la humanidad, pero no debemos ignorar que éstas son también las señales a las que se refería Jesús. Tampoco debemos ignorar las consecuencias que sufrirán los que han destruido la tierra. “Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra” (Apocalipsis 11:18). La gran obra de la creación está siendo exterminada, y los responsables de su deterioro serán castigados.

¿Son estos acontecimientos las señales que Jesús declaró a sus discípulos que servirían de guía para saber distinguir el tiempo? Sí, lo son. Los discípulos habían preguntado: ¿Cuándo será el fin de los tiempos? No podemos fijar una fecha, sólo podemos interpretar las señales y comprender que no queda mucho tiempo para nuestro mundo y sus habitantes. “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre” (Mateo 24:36).

LA HISTORIA SE REPITE

Jesús señaló que el tiempo del fin sería similar al tiempo anterior al diluvio. “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:37–39).

Comer, beber o casarse no son cosas ilícitas. Lo que las ha hecho abominables para Dios son los extremos a los que el hombre las ha llevado. Las enfermedades más comunes en la actualidad tienen su origen, en gran medida, en los malos hábitos alimenticios o de bebida, en el sedentarismo y en el uso y abuso de sustancias nocivas para la salud. La exposición prolongada a agentes tóxicos como los que se respiran en las grandes ciudades o el consumo de tabaco y drogas no sólo han sido la causa de muchas enfermedades, sino también de alteraciones genéticas que predisponen a enfermedades degenerativas o autoinmunes. La historia de lo ocurrido en Sodoma y Gomorra, así como la experiencia vivida por el pueblo de Israel en Sitim frente a la tierra prometida, son una advertencia que quedó registrada para enseñarnos que la sensualidad y las pasiones incontroladas pueden llevar al ser humano a cometer ante Dios los actos más abominables y viles que podamos imaginar. “A través de los siglos pueden verse los casos de caracteres arruinados que encallaron en las rocas de la sensualidad. Mientras nos acercamos al fin del tiempo, mientras los hijos de Dios se hallan en las fronteras mismas de la Canaán celestial, Satanás, como lo hizo antaño, redoblará sus esfuerzos para impedirles que entren en la buena tierra. Tiende su red para prender toda alma. No sólo los ignorantes y los incultos necesitan estar en guardia; él preparará sus tentaciones para los que ocupan los puestos más elevados en los cargos más sagrados; si puede inducirlos a contaminar sus almas, podrá, por su intermedio, destruir a muchos. Emplea ahora los mismos agentes que hace tres mil años. Por las amistades mundanas, los encantos de la belleza, la búsqueda del placer, la alegría desmedida, los festines o el vino, tienta a los seres humanos a violar el séptimo mandamiento.”4

APRESURANDO SU VENIDA

“Todo cristiano tiene la oportunidad no sólo de esperar, sino de apresurar la venida de nuestro Señor Jesucristo. 2 Pedro 3:12 (VM). Si todos los que profesan el nombre de Cristo llevaran fruto para su gloria, cuán prontamente se sembraría en todo el mundo la semilla del Evangelio. Rápidamente maduraría la gran cosecha final y Cristo vendría para recoger el precioso grano.”5

Es nuestro privilegio hablar de la bendita esperanza que es el regreso de Jesucristo. También es nuestro privilegio hacer la misma obra de reforma que hizo Juan el Bautista cuando preparó el camino para la primera venida del Señor. “Debe debatirse el gran tema de la reforma y la mente del público tiene que ser despertada. La temperancia en todas las cosas ha de relacionarse con el mensaje, para apartar al pueblo de Dios de su idolatría, su glotonería, y su extravagancia en la vestimenta y en otras cosas.”6

Ahora es el momento de hacer un cambio en nuestras vidas, donde nuestra obediencia a los mandamientos de Dios revela que realmente lo amamos. No hay tiempo que perder. Debemos cerrar con decisión las puertas a todo lo que no represente el carácter de ese pueblo que se prepara para ser trasladado a las mansiones celestiales. Nuestras obras deben demostrar que “nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20).

NUESTRA PREPARACIÓN

“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). El único propósito del tiempo de gracia que disfrutamos hoy es que lo utilicemos para nuestra consagración y preparación para el gran día de la venida de Cristo. Cada día que pasa es un día menos en la cuenta atrás para el fin. Si Jesús aún no ha regresado es sencillamente porque nos está dando tiempo para que todos nos sometamos a un profundo arrepentimiento y experimentemos una profunda y genuina conversión en nuestras vidas.

Nuestro rescate fue hecho con la preciosa sangre de Cristo, el Cordero sin mancha y sin contaminación (1 Pedro 1:18, 19) para alcanzar aquellas mansiones “que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre,… las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9). Que las atracciones que nos ofrecen este mundo, sus fiestas y tradiciones, modas o adornos innecesarios, comidas o bebidas malsanas o el amor al dinero y a las posesiones terrenales, no nos aparten del precioso mensaje de la venida del Señor y de que ¡ahora es el momento de prepararnos!

CONCLUSIÓN

Sólo la gracia de Dios puede ayudarnos a prepararnos para Su venida. Sólo la obra del Espíritu Santo puede convencernos en el llamado al arrepentimiento y a la conversión. Que nuestra oración diaria sea “venga a nosotros tu reino”. Que la bendita esperanza sea como una antorcha que ilumine nuestra peregrinación en este mundo oscuro y repleto de maldad y sufrimiento. Que nuestro propósito sea avanzar continuamente hacia la meta, hacia el premio de la suprema vocación (Filipenses 3:14) reflejando a Jesús cada día y en cada acción. Que la religión pura y sin mácula (Santiago 1:27) sea el resultado de Cristo en nosotros.

“Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para reclamarlos como suyos.”7 ¡Maranata, el Señor viene! …l declara: “Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús.” (Apocalipsis 22:20). Amén.

Referencias:
1 El Conflicto de los Siglos, p. 301.
2 El Deseado de Todas las Gentes, p. 770.
3 Profetas y Reyes, pp. 206, 207.
4 Patriarcas y Profetas, pp. 487, 488.
5 Palabras de Vida del Gran Maestro, p. 47.
6 Testimonios para la Iglesia, tomo 3, p. 71.
7 Palabras de Vida del Gran Maestro, p. 47.